“Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”. La idea de que una buena alimentación favorece la buena salud existe al menos desde la antigüedad, como lo indica esta cita. En los titulares de las noticias aparece habitualmente qué debe comerse y qué no, mientras que los consumidores tratamos de equilibrar consejos científicos y tendencias de marketing con nuestras propias tradiciones culinarias, el bolsillo y las alternativas de alimentos locales.
Resulta curioso que desde el comienzo de la pandemia se hayan publicado diversos perfiles de riesgo de infección, ingreso hospitalario y muerte por la COVID-19. En todos ellos se han incluido como factores de riesgo: la edad, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y la obesidad. En particular, en estos perfiles de riesgo no se incluye el estado nutricional.
Estamos totalmente de acuerdo que en la salud influyen distintas situaciones y factores extra médicos. No hay duda de que el estado nutricional se considera un indicador del estado de salud y un elemento de resistencia frente a las enfermedades.
Actualmente se han publicado datos acerca de la influencia que tiene la alimentación en el sistema inmunitario y la predisposición a contraer enfermedades. Con ello, se ha comprobado que la carencia de determinados nutrientes afecta al sistema inmunitario por medio de la activación celular, cambios en la producción de moléculas y otros.
Así mismo, las carencias nutricionales de grasa saludables, proteínas y micronutrientes se han asociado a una disminución del sistema inmunológico y una mayor predisposición a las infecciones. Además, los composición de los alimentos son determinantes para el buen funcionamiento del sistema intestinal y, en consecuencia, pueden afectar las características de las respuestas del sistema inmunológico.
Tan solo en pocos y pequeños estudios se ha indicado que el estado nutricional de los pacientes con COVID-19, y en dichos trabajos quedó claro, con carencias nutricionales tuvieron una evolución desfavorable. No hemos encontrado recomendaciones relativas a estrategias de tratamiento y prevención a este respecto, únicamente artículos de opinión.
Si el estado nutricional es un factor decisivo en la evolución de los pacientes con enfermedades infecciosas, ello nos lleva a preguntarnos: ¿Porqué no se menciona el estado nutricional de las personas como un factor de riesgo en la infección por COVID-19?.
La calidad de las dietas es fundamental para la salud
La dieta es un factor fundamental para el estado de salud de las personas en todo el mundo. La alimentación no es una preocupación secundaria: según el informe Global Burden of Disease 2017 (Estudio de la carga mundial de morbilidad 2017), los riesgos metabólicos fueron los responsables de la mayoría de los cinco principales riesgos de discapacidad y muerte (i). Más de 2000 millones de personas tienen sobrepeso o son obesas y más del 70 % de ellas se encuentran en países de ingreso bajo y mediano (i). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 600 millones de personas se enfermaron y 420 000 murieron prematuramente debido a alimentos contaminados, socavando la salud y la seguridad nutricional. Y nuevas evidencias obtenidas sugieren que las personas con enfermedades preexistentes relacionadas con la dieta, como la obesidad grave, las enfermedades cardíacas y la diabetes, están sufriendo consecuencias más serias derivadas de la COVID-19, entre ellas una intensificación de la enfermedad y una mayor necesidad de cuidados intensivos, incluido el uso de respiradores mecánicos.
La malnutrición también debilita de forma importante el sistema inmunológico de las personas, aumentando las posibilidades de que se enfermen, queden postradas y mueran a causa de la enfermedad. Las carencias de hierro, yodo, ácido fólico, vitamina A y zinc son las más comunes, con más de 2000 millones de personas afectadas en todo el mundo. Esta “hambre oculta” no solo aumenta el riesgo de morbilidad y mortalidad, sino que también contribuye a un crecimiento deficiente, discapacidad intelectual entre otras. Además, reduce el capital humano y las perspectivas de desarrollo de los países.
Asegurar una mejor nutrición
Como seres humanos responsables, debemos ir más allá de los alimentos básicos de alto contenido calórico y asegurarnos una mejor nutrición para aumentar nuestra resiliencia y reducir riesgos de enfermedades preexistentes.
Comprender el papel de la nutrición y bienestar integral frente al COVID-19 debería ser una prioridad para las personas, las empresas y la comunidad en general.
Fuente: World Bank
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