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En memoria de uno de mis grandes amores

Hoy escribo desde lo más profundo de mi dolor, con el corazón destrozado y un vacío que jamás imaginé sentir. Mi hermana, en apenas unos días, me fue arrebatada por la muerte, dejándome con una tristeza que no encuentra consuelo. No sé cómo poner en palabras lo que significa perder a alguien tan esencial en mi vida, alguien a quien amé con todo mi ser. Entre la pena, emerge el amor incondicional que siempre nos unió, los momentos compartidos, los recuerdos que jamás se desvanecerán.


Mi hermana no solo fue una madre extraordinaria para sus dos hijos, a quienes amaba con todo su corazón, sino también la hermana que siempre estuvo presente para todos sus hermanos. Era esa tía que consentía a los sobrinos, que siempre tenía una palabra amable y un gesto cariñoso, y por eso, ellos la adoraban. Su hogar era un refugio, un lugar donde las preocupaciones se desvanecían bajo el calor de su sonrisa y la nobleza de su corazón. Cada visita a su casa era una experiencia que atesoraré por siempre. Su generosidad no conocía límites, su capacidad para dar era inagotable. No importaba qué pasara, siempre tenía un gesto, una palabra, una atención que hacía que todo pareciera un poco más fácil.


Amaba profundamente a sus hijos y a sus nietos, y ellos eran su mayor alegría. Vivía para hacerlos felices, para verlos crecer, y sé que ellos siempre llevarán consigo el amor inmenso que les dio, porque no hay un amor más grande que el de una madre tan bondadosa como la que ellos tuvieron. Pero ese amor no se detenía en ellos; también nos alcanzaba a todos sus hermanos, sobrinos y familia en general. Era la hermana que siempre me mimaba, que desde lejos me cuidaba con una ternura incomparable, que veía lo bueno en cada uno de nosotros, incluso en nuestros peores momentos. Me amaba sin reservas, sin juicios, solo con la pureza que caracterizaba su enorme corazón.


Hoy me siento rota. La tristeza es como una ola que no cesa, un dolor que me quita el aliento. El vacío que deja en mi vida es indescriptible. Desde el primer día que sentí el miedo de perderla, perdí mi capacidad de dormir. En medio de esta desolación, me aferro a la idea de que ahora tengo tres ángeles cuidándome: mi mamá, mi papá y mi hermana. Imagino que ellos, allá en el cielo, han tenido el reencuentro más hermoso. Mis padres debían estar esperando a mi hermana con los brazos abiertos, llenos de amor, porque ella siempre fue tan especial con ellos, tan dedicada y cercana. Sé que están juntos ahora, vigilándome, guiándome con el mismo amor que me dieron en vida.


La vida no será la misma sin mi hermanita, el mundo se siente más vacío, más frio. ME siento bendecida por haberla tenido en mi vida, y porque se que ella sintió mi amor. Su legado de bondad y de cariño vivirá en todos nosotros, en sus hijos, en sus hermanos, en sus sobrinos, en cada vida que tocó con su generosidad infinita. Hoy, aunque mi corazón esté roto, la celebro. Celebro todo lo que fue, todo lo que nos dio, todo lo que significó. Y mientras me quedo con este inmenso vacío, también sé que su luz, su amor y su esencia siempre estarán conmigo, guiándome desde donde quiera que esté.


Te amare eternamente!

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